Nunca habéis notado esa especie de petróleo correoso corriendo por vuestras venas, apoderándose de vuestro corazón y vuestro cerebro. Es una sensación poderosa: ira, furia, ganas de gritar, rabia... pero también es terriblemente peligrosa. En este estado es más que común decir o hacer cosas de las que después nos arrepentimos, podemos herir a las personas que más queremos y no tienen ninguna culpa, y aunque sean la razón de nuestro enfado, toda palabra lanzada con rabia sólo será para herir, sin razonamiento alguno. Evitad hablar en esos momentos, callad y mordeos la lengua, escribid todo aquello que desearías gritar y leerlo 2 horas después. Os daréis cuenta de las miles de barbaridades que se pueden decir en esos momentos y que ni siquiera pensáis, las lágrimas y heridas que podéis provocar inconscientemente. Lo digo por experiencia. Es tan asquerosamente pegajosa, como un veneno que te corroe por dentro y saca lo peor de ti, con una sonrisa maliciosa, en esos momentos sabes que vas a hacer daño pero te sientes con todo el derecho del mundo, como el mismo diablo con el destino de las personas que tienes delante en tus manos. Quisieras gritar, morder, hacer todo el daño posible, despedazarles en pequeños trocitos y dejarlos morir, la bestia salvaje aparece en nuestra alma y parece que va a ganar el juego, la ayuda esa adrenalina que te hace sentir tan bien en ese momento. Que te da fuerza, energía... pero es tan nocivo, tan horrible.
Esa parte tan sumamente oscura de mí me da miedo, es como si un pequeño monstruo se escondiera de mí y cuando toma el control puede hacer cosas verdaderamente horribles. A veces, no nos damos cuenta de cuan fuerte puede llegar a ser esa mancha... y puede que sea demasiado tarde cuando te des cuenta de que sigue ahí.
1 comentario:
Es exactamente de la forma en que lo describes... Una cosa te digo: aunque parezca increíble, con el tiempo, podemos llegar a transformar todo eso en algo bueno y evitar esa sensación de que somos la peor carroña sobre la faz de la Tierra.
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