Caja Duero en colaboración con los gobiernos de España y Portugal ha llevado a cabo su tercera Ruta Ibérica, que este año ha cruzado el estrecho hacia las montañas del Rift pero que no ha podido visitar el país luso debido a un brote de gripe A
A 5 de Julio de 2009 la Ruta Ibérica se ponía en marcha la marea azul, contando este año con 152 jóvenes de 16 y 17 de edad que empezaron su viaje una vez más en Salamanca. Este año el proyecto se ha basado en la celebración del cuarto centenario de la expulsión en 1609 de los musulmanes de la península ibérica. Por ello, este año el viaje no ha llevado a los participantes sólo por la península, sino también a Marruecos, que ha participado en el desarrollo del proyecto y que ha aportado a 12 de los 152 premiados con dicha beca de estudios.
Las expedición, presentada como: “Gesta de los moriscos ibéricos: rumbo a las montañas del Rift”, establecía un recorrido por los tres países, visitando las siguientes ciudades: Salamanca, Madrid, Córdoba, Sevilla y Algeciras, en la primera semana de Ruta y en su faceta española. En segundo lugar: Tánger, Asilah, Alcazarquivir, Chaouen y Tetuán, en su faceta marroquí. Y para terminar: camping en Cádiz, Sevilla, Lisboa, Mértola, Sintra, Cascais, Tomar y Mérida. Para participar en dicho concurso hacía falta cumplir los requisitos siguientes: haber nacido en 1992 o 1993 y estar cursando estudios en Portugal o España, o estar cursando estudios en alguno de los Institutos Cervantes que España tiene en Marruecos; tener plena disponibilidad el mes de agosto; la autorización paterna de los padres y el desarrollo de un trabajo de no más de 15 páginas, con anexos de cualquier tipo (manualidades, música, fotografías…) que explicara histórica o literariamente uno de los ocho temas presentados por Ruta Ibérica. Estos trabajos y las solicitudes de los alumnos, en dónde explicaban por qué querían ser participes de esta aventura, fueron evaluados por ocho catedráticos de la Universidad de Salamanca, Agustín Remesal, jefe y patrocinador de la expedición, y algunos integrantes de la Obra Social de Caja Duero. De 715 solicitudes posibles, resultó la lista de 152 participantes, publicada vía online el 4 de mayo.
La ruta arrancó el 5 de Julio en Salamanca, con la llegada de los expedicionarios desde todos los puntos de la península, acompañados por sus padres o con los autobuses oficiales de la Ruta que habían salido des de diferentes puntos de España. Los primeros dos días la expedición se encargó de preparar, explicar y motivar a sus participantes, dándoles el equipo oficial (camisetas, un polo de gala, una mochila, una gorra, un dossier con el recorrido, una agenda, una libreta y bolígrafos) y sobretodo empezaron a surgir las amistades, los buenos momentos y las sonrisas, entre chicos que empezaban a sentirse como una familia. Quedaban por delante veinte días y muchas cosas que vivir.
El primer viaje fue hacia Madrid, dónde una representante del gobierno recibió a integrantes y monitores en el campus universitario. Fue el inicio oficial de un camino largo, quizá un poco duro, pero increíble que marcaría la vida de unos jóvenes aventureros para siempre. La siguiente parada fue Toledo, dónde los rutibéricos pudieron apreciar la belleza de la capital y los desniveles abismales del terreno de tan increíble ciudad. Los azulones visitaron en primer lugar la mezquita, dónde recibieron la explicación de un catedrático en el tema que abrió sus ojos a nuevos conceptos y realidades. Seguidamente la ruta avanzó hacia el río, visitando las termas y en tercer lugar una de las casas más antiguas de Toledo, ahora convertida en escuela. Había sido un día largo y después de la cena, la expedición organizó un concierto en el polideportivo para terminar con una sonrisa y también, como muestra de lo que poco a poco los iba uniendo, lo que con el paso de los días los haría sentirse una verdadera y gran familia.
Córdoba se vislumbraba a la luz del cuarto día de expedición. Hacía calor a 9 de Julio, pero los rutibéricos no cesaron en su empeño y aprovecharon el día para visitar el Álcazar, con la visita inesperada del alcalde de la ciudad, que los recibió muy emocionado, y en segundo lugar la majestuosa mezquita, ahora convertida en la catedral de la capital. Para terminar, hicieron una pequeña ruta por la Córdoba más antigua y visitaron la Torre de Comares. El segundo día, fue bastante más lúdico, después de una lección de historia en el mismo alcázar, los rutibéricos tuvieron tiempo libre para pasear y comer y como premio, por la tarde pudieron disfrutar de una de las piscinas de Córdoba para refrescar los más de
Granada fue la siguiente. Una visita excepcional a la Alhambra, una lección histórica en las cuevas del Sacromonte, la vista inconfundible de la fortaleza nazarí des del mirador de San Nicolás y para terminar: un paseo por el Albaycín y la asistencia al sexto aniversario de la apertura de la mezquita grande de Granada. Un día intenso, pero muy interesante. Hablando con algunos de los rutibéricos, la mayoría comentaban que había sido uno de los días más culturales y calurosos, pero que a su vez también uno de los más felices. “Es duro caminar tanto, pero la vista de esta mañana en la Alhambra era preciosa, y después el tiempo libre que hemos tenido en los jardines ha sido genial, la comida, el compañerismo… el mejor día hasta el momento” declara Óscar de Arriba, él único rutero Asturiano, miembro del grupo 1.
A la mañana siguiente, tocó diana a las seis, debido a que el autobús debía salir pronto para llegar a Tarifa para poder coger el ferry hacia Tánger. Unas pocas horas de bus y ¡el mar ante sus ojos! Una hora y poco de ferry y los pies de los ruteros ya pisaban suelo africano, aunque no tuvieron muy buena suerte en su entrada a suelo marroquí. En primer lugar, uno de los buses no pudo entrar en Marruecos debido a que una de las participantes, de nacionalidad colombiana, tuvo problemas con su pasaporte al pasar por la frontera, y esperando a que se solucionaran los problemas, mientras el primer autobús aparcaba rompió una farola. El bus quedó requisado y la organización tuvo que pagar una suma cuantiosa, pero pudieron conseguir un bus de sustitución para no tener que parar la expedición. En tierras africanas los rutibéricos visitaron primero la cueva de Hércules, seguidamente el faro y para terminar acamparon en el patio del colegio Cervantes de Tánger, donde presenciaron un concierto por un grupo muy reconocido en Marruecos y recibieron la grata sorpresa de que habían sido invitados a una cena de gala en la apertura de un Hotel de cinco estrellas en la misma ciudad, muy cerca de la playa.
El día siguiente, el grupo visitó una mezquita, la kasbah y el mercadillo del centro, tendiendo un pequeño rato libre para caminar tranquilamente y acabando en uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad que también quiso invitar a los ruteros a una grata y abundante comida. Por la tarde el grupo visitó la ciudad costera de Asilah y después tomó rumbo a los restos de la batalla de Alcazarquivir, con la ayuda de uno de los profesores marroquíes que dio una interesante charla histórico-cultural. Para terminar, tomaron los buses en dirección a Chaouen, llegaron tarde y después de la cena y una ducha, el grupo descansó en las residencias de estudiantes de la ciudad.
En Chaouén el grupo visitó al día siguiente el centro histórico, la kasbah, la zona turística, el museo morisco de la ciudad y el mercadillo. Comieron en la residencia, probando un suculento couscous con cebolla caramelizada y garbanzos fritos, que gustó mucho al grupo. “De Marruecos lo que más me ha gustado ha sido la comida y la gente, aunque es un país increíble, me ha sorprendido mucho” nos cuenta María Amarilla, una extremeña muy aventurera. Para terminar el día, la marea azul hizo una ruta hacia una mezquita en una de las montañas cercanas, en donde pudieron disfrutar de una preciosa vista de Chaouen mientras se ponía el sol y posteriormente, con todas las lucecitas encendidas y las estrellas en el firmamento. “Fueron once kilómetros después de muchos días duros, pero el grupo aguantó muy bien. La vista valió la pena y ahí arriba, cantando canciones y contando cosas, vivimos una de las tardes más divertidas de la expedición” dice emocionado Toni Aragón, el monitor más saleroso de la ruta que lidera el grupo 1.
Debido a problemas externos a la organización, la ruta no pudo visitar Tetúan, por lo que la expedición se quedó dos días más en Chaouen. El segundo día en la ciudad, los expedicionarios marcharon durante
Sin saberlo, la expedición estaba a punto de terminar. Los buses llegaban a Sevilla y alguno de los expedicionarios presentaba leves síntomas de resfriado o gripe. El primer día todo fue bien, visita a los Reales Alcázares y después un rato libre para estar con los compañeros. La tarde estuvo llena de actividades y por la noche, el grupo recibió mala noticia de que podía ser que uno de los participantes estuviera infectado por la gripe A, por lo que si eso sucedía deberían tomarse medidas, una de las cuales podía ser la cancelación de la ruta. Todos estaban decaídos y tristes, pero mantenían la esperanza de que sólo fuera una falsa alarma. “Todos nos asustamos, no tanto por lo que suponía tener gripe, sino porque ninguno queríamos que terminara, ¡aún nos quedaba una semana por vivir esta experiencia! Pedíamos a cada minuto que fuera una falsa alarma y que no se cancelara, pero no pudo ser” dice entristecida Marina Curto, una de los cinco integrantes catalanes del grupo. A la mañana siguiente el grupo visitó la Catedral y después hizo una breve visita por el centro. Se les mandó que hicieran las maletas que esa misma tarde marcharían a Portugal, dirección Mértola, pero la respuesta de las pruebas desde el instituto médico de Sevilla llegó antes, y con ella el fin de las esperanzas de todos los integrantes. Estaba confirmado el brote de gripe A, por lo que desgraciadamente se había tomado la medida de separar del grupo a los que presentaran verdaderos síntomas, que resultaron ser 14 ruteros y un monitor, y mandar al resto del grupo a sus casas. “Fue el peor momento. Algunos sentimos rabia, otros empezaron a llorar, sólo se veía tristeza en nuestras caras. Ninguno queríamos irnos, todos sentimos una gran decepción” declara Pablo López de Navarra. “Cuando me lo comunicaron, no sabía cómo decirle al grupo que se había terminado. Como jefe de monitores me sentí impotente, triste… no se merecían algo así. Había vivido en las dos otras expediciones el momento de finalizar, ya en Mérida, y es duro, ves en sus caras que se ha terminado y nadie quiere irse, pero un final así… es una pena” dice Jabito, el jefe de monitores y encargado de la mayoría de actividades de la Ruta.
Los tres buses se repartieron para llevar a los ruteros a sus casas y dio por terminada la tercera edición de la Ruta Ibérica en Sevilla, con un invitado inesperado: la gripe A. Todo y con eso, todos los ruteros guardan con una gran felicidad los recuerdos y las amistades creadas durante estos 15 días de expedición, así como lo aprendido, las ciudades visitadas y el gran espíritu rutibérico que aseguran: nunca van a perder.
A partir de ahora, durante las vacaciones, la Ruta y su Club de ruteros, organizará diferentes quedadas para seguir manteniendo relación entre amigos y monitores, además de fomentar el espíritu rutero, el compañerismo y los lazos creados durante esos días. Una buena manera de seguir con un sentimiento que les ha marcado para siempre.
“Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, sin duda en estos 15 días he aprendido muchísimo como persona, he disfrutado y he hecho amistades muy fuertes, incluso más fuertes que las que tengo con amigos de toda la vida. Es algo muy especial” nos explica Clara Balbás la única cántabra de la ruta. “Excepcional, genial, divertido y único. Volvería veinte veces más si me dejaran” nos dice el gracioso sevillano, Álvaro Acosta. “No dudaría un segundo el volver a presentarme, aunque eso no es posible. Me voy con el corazón dividido en pedacitos que se irán a diferentes regiones de España con los amigos que he hecho. Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida” afirma rotundamente Ricard Carbonell, el rutero alicantino de Sant Vicenç del Raspeig. En definitiva, una expedición que ha acabado duramente, pero que quitando este pequeño problema final, los aventureros han disfrutado mucho y del cual se llevan un grandioso recuerdo que no parece que vayan a olvidar. Y en este caso, no se puede decir que bien está lo que bien acaba, pero sí que no hay mal que por bien no venga, ya que la despedida así no ha hecho más que avivar las ganas de reencontrarse y seguir caminando juntos hacia otros lugares.
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