La energía nuclear.
Editorial positivo.
Después de los últimos acontecimientos en Japón a raíz de los problemas que están ocasionando las centrales nucleares tras el terremoto, Europa vive una especie de disputa ante la pregunta colectiva sobre la seguridad y, a su vez, la necesidad de la energía nuclear, que ha pasado a estar en el punto de mira. Es lógica la preocupación ciudadana y por consiguiente el debate político, pero también cabe recordar que lo sucedido ha pasado debido a una catástrofe natural de grandes dimensiones. No se puede juzgar la energía nuclear sólo por la situación de Fukushima, hay que valorar muchos aspectos antes de tomar decisiones.
No obstante, las reacciones de muchos gobiernos europeos no se han hecho esperar: Merkel ha cancelado súbitamente el plan para alargar la vida a las centrales, cambiando su posición de hace unas semanas; Austria ha pedido nuevas pruebas para la revisión de la seguridad de las plantas europeas (ya que en el país están constitucionalmente prohibidas); Suiza cancela todas las tramitaciones en curso para la apertura de nuevas centrales; y en Francia, el país europeo con más energía nuclear, se están alzando voces planteando qué va a suceder debido a que más del 80% de la energía utilzada en el país proviene de alguno de los 58 reactores repartidos por las regiones francesas.
La pregunta que está en el aire es, ¿qué hará el gobierno español? La respuesta no es tan fácil como algunos plantean. El debate está servido, pero las opciones son diversas y no habrá consenso, se podría decir que nunca llueve a gusto de todos. Mientras las plataformas ecologistas apoyan el cierre de centrales y la supresión de la energía nuclear en el país, otras voces se posicionan a favor de esta energía siempre cuestionable. Las razones son varias, pero principalmente se debe a que las centrales nucleares aportan mucha energía y no son excesivamente cuantiosas, económicamente hablando; mientras que las plantas de otras energías renovables (ya sean los molinos de viento o las placas solares) necesitan de mucha más cantidad de paneles o molinos para obtener la misma energía y suponen un gasto mucho mayor. Y en tiempos de crisis, el dinero es aún más importante, por lo que la variable económica juega a favor de su continuidad, aunque las desventajas sean muchas. Además, claro está, de que España necesita esa energía y si sólo las centrales nucleares pueden proporcionarla en base al presupuesto económico, no mucho más se podrá hacer.
Editorial negativo
La situación en Fukushima es insostenible, aún no hay un verdadero conocimiento de hasta dónde pueden llegar las consecuencias. La preocupación ciudadana después de estos casos está a pie de calle, cosa que ha ocasionado un debate político en ámbito europeo sobre la necesidad de las centrales y la energía que proporcionan, levantando de nuevo las críticas de muchos colectivos contra dichas plantas y exigiendo su cierre.
De momento, Alemania y Suiza han cancelado los planes para alargar la vida de las centrales y las tramitaciones para la apertura de nuevas plantas; Austria pide nuevas revisiones en seguridad en las centrales europeas, ya que es un país que constitucionalmente no acepta el uso de la energía nuclear dentro de sus fronteras; y Francia el país europeo que produce más energía nuclear se encuentra en una situación incómoda, sin saber bien qué hacer. Desde París se han abierto diversas discusiones, principalmente debido a que en el país francófono hay 58 reactores que trabajan habitualmente y que generan el 80% de la energía que se consume en Francia; pero no sólo eso, sino que también la energía eléctrica producida por las centrales, es también uno de los recursos con los que más comercia el gobierno galo.
En España, igual que en el país vecino, la preocupación ciudadana es más que lógica y desde diversos puntos políticos se abre un nuevo debate sobre la energía nuclear. Zapatero ya había eludido en otras ocasiones las embestidas desde su propio partido o desde otros puntos políticos –como IU o ERC-, pero después de la situación en Japón y el recuerdo en Chernobil parece inminente una resolución clara y definitiva. En un país como España, con un clima cálido, abundante sol y zonas de rachas fuertes de viento, las asociaciones ecologistas y muchos de los partidos abogan a la inversión en energía solar y eólica, que aunque en un principio supone un gasto económico superior a la larga no crea las consecuencias ineludibles que sí ocasionan las centrales nucleares. Un cambio necesario, muy por encima de la economía o los intereses, un nuevo ámbito energético que sí pueda satisfacer las necesidades ciudadanas sin devolver a cambio consecuencias medioambientales devastadoras. Una nueva realidad energética que aunque puede acontecer, muchos abogan al realismo y a los intereses de muchos, tanto económicos como políticos, el cierre es factible ¿pero interesa a los qué manejan el mundo? Esa es la verdadera cuestión.
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