Ahora, podría poner un super texto defendiendo la importancia del interior, de cómo las personas nos enamoramos de las virtudes del otro, de las sonrisas, de la bondad, etc... y quedaría precioso, la mar de romántico y esperanzador, pero sería hipócrita.
¿En qué te fijas cuando vas por la calle? ¿A quién miras en la discoteca? ¿Con quién sueñas por la noche? Vamos... no mintamos, ya vale, la gente realmente vale mucho más que un físico, claro que sí, pero para que nos fijemos en eso tienen que pasar días o incluso meses, y no todos capaces de mirar más allá de un cuerpo o de una cara, no todos acabamos siendo conscientes de lo que se esconde tras muchos kilos o una cara no demasiado agraciada. ¿Y todo por qué? ¿Qué narices nos da la belleza? Nada. Es efímera y no nos da nada, absolutamente nada. ¿Y entonces... para qué otorgarle tanta importancia? pues por lo de siempre... bendita superficialidad que mueve nuestra existencia.
Y aquí me encuentro, escondida en mi propio universo complejo de contrarios, cabreada y triste a la vez, fuerte en apariencia, débil en esencia, cansada, harta, decepcionada, hundida... y en muchas ocasiones con ganas de mandarlo todo a la mierda y huir para siempre. La esperanza es lo último que se pierde, pero mi pequeño mundo idealista y romántico se cae a pedazos con cada paso que doy, muchas veces esa palabra de consuelo y cariño cambiaría mi existencia si no fuera porque nunca llega... sigo esperando.