lunes, 28 de marzo de 2011

a 28 de marzo de 2011

A día 28 de Marzo de 2011, exactamente a las 2 y cinco de la mañana, voy a sincerarme. No me considero una persona hipócrita, al menos no en profundidad. Como todos, he dicho mentiras, he callado verdades y he dicho cosas que no había hecho o pensado por ser como los demás, por encajar. Ahora mismo, en cambio, me encuentro en una época de mi vida muy diferente. Queda un mes exacto para que cumpla 19 años, sí, 19. Es raro, parece que toda la vida pasa en un segundo y otras veces crees que llevas un milenio entero a tus espaldas. Sea como fuere, estoy madurando. Ya no soy una niña, soy casi una mujer, y como tal empiezo a tener responsabilidades, preguntas y caminos qué escoger. Muchas veces me siento perdida. Sé quién soy, o al menos a veces consigo tenerlo claro, pero... mi futuro es algo bastante más disperso. Me apasionan tantas cosas que sueño con caminos completamente opuestos que nunca podrán cruzarse, y el mero hecho de pensar que algunas de las cosas que quiero no las podré conseguir me entristece. Lo sé. Es absurdo, pero ¿qué le voy a hacer? Por otro lado, han pasado tantas y tantas cosas. Ahora cuando estoy sentada en el sofá o cuando me levanto los sábados, miro a mi alrededor, en mi casa, y veo a mi madre haciendo alguna cosa o sentada viendo la tele, o planeamos salidas los fines de semana, vamos a cenar por ahí, vamos al cine, quedamos con la familia... no sé, cualquier cosa absolutamente normal, y me doy cuenta de lo muchísimo que ha cambiado mi vida desde que mi padre no está en ella. Y a su vez, pienso en todas esas veces, desde niña, en que imaginaba como sería mi vida sin él, como sería esto sin toda esa carga que resultaba tenerle, y me abruma el hecho de darme cuenta de que ya está, se cumplió mi deseo. Él ya no está aquí, ya se fue. Pero es cierto que es como una sombra, sigue ahí, en los recuerdos, en mi memoria, aparece en los momentos en que me siento más débil y ayuda a hundirme. Y claro, también están los e-mails, las llamadas y esos momentos en que como "buena hija" tengo que tragarme mi orgullo y mi corazón, y pasar un día o una tarde con él como si no pasara nada, como si fuéramos el padre y la hija perfectos, los más unidos del mundo. Entonces... me siento tan hipócrita, tan sucia... me entran ganas de escupirme a mí misma por ser tan asquerosa mente falsa, pero no me queda de otra. Una vez más, me toca aguantar. Por otra parte, estoy muy contenta por todo lo que me está sucediendo en este nuevo año. Encontrar a mis hermanos ha sido un regalo muy grande, tener un grupo más o menos homogéneo de amigos con el que pasar tan buenos momentos también, y lo mejor de todo y más inesperado: la universidad. No es sólo que el hecho de estudiar algo que realmente me gusta, el haber conseguido entrar en lo que yo quería o los compañeros. Es el hecho de que nunca jamás imaginé que iba a poder sentirme tan a gusto en algo relacionado con los estudios, nunca creí que lo mejor de la universidad serían los amigos que hiciera allí. Por primera vez en mi vida, me siento aceptada, querida, a gusto en definitiva. Siento que encajo, que tengo un sitio allí, no soy diferente a ellos, puedo hablar de lo que quiera, decir lo que pienso, preguntar... y eso para mí no tiene precio, es: increíble. Completamente: increíble. Y sinceramente, no me queda mucho más que decir. A veces tengo miedo de que se rompa algo, de levantarme y volver atrás, otra vez, que vuelva a nublarse todo, peor día a día voy viendo que el sol sigue ahí, alumbrándome y que de momento todo va francamente bien, aunque parezca imposible. La verdad es que creo que estoy encontrando el camino idóneo para llegar a ser feliz, aunque hace apenas un año pensaba que nunca llegaría a serlo. =)

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