domingo, 30 de mayo de 2010

LA 3ª CALLE A LA DERECHA: un ángel

- ¿Podría decirme cómo se llega a la calle Masnou, a la nueva biblioteca municipal?
- Sí señora, sin problemas. Tome esta misma avenida toda recta y gire en la tercera calle a la derecha, a mano izquierda ya verá el edificio de vidrio.
- Muchísimas gracias.
Era la octava vez en esa mañana que entraba alguien a preguntar por la nueva biblioteca, menos mal que a mí se me había ocurrido ir a verla antes de empezar la jornada y podía indicar bien el camino. La verdad es que para dar tanta publicidad sobre ella y las mil cosas que albergaría, estaba bastante mal indicada.
- ¿Nayra alguna comanda?
- No Adam, sigue siendo gente preguntando por la biblioteca.
- ¿Otro?
- Sí, esta mañana la gente sólo quiere ir a la biblioteca. Parece que a nadie le apetece desayunar.
- Pues eso será... no entiendo qué les interesa de la biblioteca, como si nunca hubiesen visto una...
- Lo que ocurre es que es nueva, dan cosas gratis, enseñan el edificio y, además, hay más cosas que libros. Han adaptado salas de estudio, hay revistas, películas, música... y bastantes cosas más, está muy bien.
- ¿Ya has ido?
- Sí, me he pasado antes de venir, total, me pilla de paso.
Adam es mi jefe, bueno, mi jefe y mi compañero. Económicamente hablando si es el jefe, puesto que el local es suyo y el restaurante-cafetería también, pero en lo que se refiere a la relación, es un compañero de trabajo, a veces incluso parezco yo más jefa que él. Es muy infantil y necesita que a veces le dé un par de gritos para hacer las cosas, aún así es el mejor compañero de trabajo que uno desearía.
- ¿Y Alex?
- Aún no ha llegado.
- ¡Qué raro...! ¿Alguna vez será capaz de llegar a su hora este chico?
- Quizás... pero eso significaría el fin de los días, o algo peor.
- Tienes razón, mejor que no rompa el equilibrio del mundo con un día de puntualidad.
Justo en ese instante, se abrió la puerta de repente, como no: Alex. Corriendo, con su bici, despeinado y sin aliento.
- ¿Ya me estabais poniendo verde?
Ambos reímos, Alex dejó la bicicleta en la parte de atrás y se colocó el delantal. Fregó el suelo rapidamente y se unió a mí en la barra, nada más entrar ya tenía su café con leche preparado en el rincón, hoy con un croissant acabado de sacar del horno.
- ¡Oh muchas gracias! -Dijo agarrándome de la cintura y dándome mi beso matutino-.
- De nada, desayuna anda que tenemos cosas que hacer.
- ¡En seguida mi general!
Mis niños. Ambos mayores que yo, ambos con mucha más experiencia y con muchos más años en ese local, aunque era yo la única que se había ganado el puesto de mando. No obstante, era el mejor trabajo del mundo.

- Adam, ¡tenemos visita!
- ¡Ya voy mi amor!
La mesa 2 y la 5 estaban ocupadas, un grupo de 6 chicas universitarias y una pareja de ancianos que acostumbraba a venir unas 3 veces por semana. Empezaba mi trabajo.
- ¿Nayra vas tú a las mesas?
- Sí, mejor, llama otra vez a Adam que éste se duerme, y enciende el fuego y prepara la cafetera, por favor.
- Muy bien.
Me acerqué primero a las chicas, ya me conocían.
- Buenos días, ¿sabéis más o menos que vais a desayunar hoy?
- Para beber lo de siempre.
- ¿4 zumos de naranja naturales y 2 de melocotón y uva? -Ellas asintieron-.
- ¿Qué tienes hoy para desayunar?
- Pues hoy he hecho croissants, os los puedo poner solos, con crema, con chocolate o salados, tipo con jamón y queso o con un frankfurt.
- Perfecto, yo quiero uno de chocolate.
- Que sean 2.
- Mas bien 3.
- Pues yo lo quiero de jamón y queso.
- ¿Puede ser con mantequilla y mermelada?
- Claro, se me había olvidado, perdón.
- Pues que sean 2.
- Y luego, como siempre, ¿3 cafés solos, 1 cortado descafeinado de sobre con sacarina, una leche templada y un café con leche grande?
- Exacto.
- Entonces para empezar: 4 zumos de naranja y 2 de melocotón y uva, 3 de chocolate, uno de jamón y queso y otros 2 con mantequilla y mermelada. Por cierto, ¿mermelada de...?
- Ciruela.
- Fresa.
- Muy bien, gracias.
- A ti.

- ¡Nayra!
- ¿Sí?
- Nos pones lo de siempre, por favor.
- ¿Dos cafés con leche y churros?
- Exacto.
- Muy bien, en seguida se lo llevo.

Y bueno, así continuó toda la mañana. A las doce y media tuve mi media hora de descanso y me fui a dar una vuelta, tenía ganas de caminar y tomar el sol, hacía muy buen día. Me llevé uno de mis croissants (el mío de frankfurt) y fui desayunando tranquilamente mientras veía pasar la gente, en su vida diaria, y de vez en cuando me paraba a hacer unas fotos, pues es una de mis pasiones, quizá en un futuro pueda dedicarme a ello.
Después de un rato, me senté en uno de los bancos cercanos a mi esquina, desde ahí se ve bien el restaurante y si veo a Alex en apuros me acerco corriendo, aunque normalmente se las apañan bien sin mí. Cerré los ojos para sentir el sol en la cara y también el viento, suave, pero que se notaba perfectamente. Era un plácido y soleado día.
- Perdona...
Una voz masculina, un chico de unos veintiocho años, quizá más, o quizá menos... nosé, no tenía el tono adolescente, ni tampoco el varonil de cuando has pasado la treintena.
- Sí... -dije casi sin mirar-.
- ¿Por casualidad sabes dónde queda la biblioteca? Tengo ahora una reunión allí y no encuentro la calle.
- Sí, claro, esta misma avenida, sigues en esa dirección y... -me di la libertad de abrir bien los ojos aprovechando la sombra momentánea de una nube y me quedé muda al verle. Era un chico joven, de la edad que más o menos había calculado, vestido de traje, negro, con camisa blanca, sin corbata, el pelo negro un poco despeinado, una cara fina y bastante morena, unos labios rojizos y carnosos, húmedos, con una bonita sonrisa. Y sus ojos... marrones claros, más acentúados por el sol, que me miraron una primera vez, y me quedé helada, de pie tragando saliva, sin poder pensar, absorta...
- ¿Estás bien?
Salí de mi pequeño mundo y volví a la realidad, sentí como acariciaba mi cara y quise fallecer del gusto, era guapísimo, pero natural, atrevido y misterioso, pero dulce... y sobretodo se le veía voluble, quizá demasiado perfecto para ser real.
- Sí, sí... estoy bien.
- ¿De verdad? Siéntate, creo que te ha dado un bajón de azúcar o quizás del sol, como estabas aquí sentada, quizá te ha dado demasiado...
- No, de verdad, estoy bien, ha sido un lapsus. Me preguntabas por la biblioteca, ¿verdad?
- Sí, es que tengo ahí una reunión y ya llego tarde.
- Te acompañaría pero tengo que volver al trabajo. Es muy fácil, esta avenida en esa dirección, la tercera calle a la derecha. No tiene pérdida. Ya verás el edificio de cristal, es bastante bonito. En la puerta te informaran sobre la planta a la que tienes que ir, así que no tiene pérdida.
- Muchas gracias, de verdad.
- No hay de qué.
Él sonrió, parecía un ángel, y entonces se fue hacia el cruce, el semáforo aún estaba en rojo. Yo me giré y me dirigí a mi trabajo, cuando sentí otra vez su mano en mi piel, sabía que era él. Instintivamente me giré, y topé con sus ojos a centímetros escasos de mí...
- Perdona, pero, quería saber tu nombre...
- Nayra, me llamo Nayra.
- Precioso... bueno gracias, de verdad.
Besó mi mejilla, como si fuera algodón, muy pero que muy suave, pero cálido y se alejó medio corriendo porque el semáforo estaba en verde. Me di cuenta de repente.
- ¿Y el tuyo?
Se giró, sonriendo, y dijo: "Ángel, me llamo Ángel". La verdad es que pensé que nadie podía haberle puesto un nombre mejor: ángel, sinceramente lo era.

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