lunes, 29 de noviembre de 2010

No tuvimos suerte

Recuerdo muchas cosas y duele decir que después de 18 años no consigo encontrar ni un sólo recuerdo exclusivamente bueno, ninguno. No soy capaz. Supongo que el dolor y la rabia, han nublado mi memoria y las cosas buenas que tengo, las he borrado, debe ser eso. Es cierto que recuerdo lo bien que me sentía cuando jugaba conmigo y mis amigos en el parque de la iglesia por las tardes, pero también recuerdo las broncas humillantes que me daba por ensuciarme la ropa o caerme. Tengo recuerdo de las tardes jugando en casa, divertidas, pero también sus burlas y sus gritos desde pequeña porque no era como él esperaba o había hecho o dicho algo que no debía. Recuerdo ir a comprar el diario los domingos con él, pero recuerdo lo mal que trataba a mi madre a cualquier hora del día.
Y así es mi vida... cuanto más mayor soy, menos recuerdos salvables hay, menos cosas aparentemente buenas o posiblemente buenas hay. Y entonces pienso en lo buena que podría haber sido mi vida, en cómo sería yo si hubiera tenido la oportunidad de tener un padre normal, uno con el que reír, uno que se preocupara por mí, un padre en quien confiar y que te quisiera incondicionalmente de verdad, sin peros, para siempre. Me pregunto como sería mi vida si él fuera ese padre de mi cuento, de mis sueños, ese padre cariñoso, divertido y responsable que está para ti en todo momento y en cualquier lugar. Alguien que es un pilar para ti, una ayuda en lugar de una traba. Me pregunto como sería mi vida si tuviera un padre mínimamente parecido a mi madre, cómo de diferente sería todo. Qué se sentiría en el corazón al ser mínimamente feliz de verdad, como sería cumplir 18 años sin sentir que has derramado más lágrimas de las que tienes, como debe sentirse que un padre te apoye y te defienda de quienes te hacen daño, en lugar de aliarse con ellos. Como debe sentirse cuando ves que tu padre te quiere y se siente orgulloso de ti, en lugar de humillarte e insultarte cada día. Y sobretodo, me gustaría tanto, pero tanto, tener un buen padre sólo para que mi madre tuviera un buen marido, ella se lo merece tanto. La vida ha sido demasiado injusta con mi madre, ella es todo lo bueno que una persona puede llegar a ser, y sólo ha recibido palos. No se merece eso. Se merecería un marido cariñoso, comprensivo, respetuoso y sincero, que la cuidara y la mimara como se merece, que estuviera ahí en los buenos y malos momentos, que la hiciera reír, la comprendiera, la ayudara... tal y como mi madre ha intentado hacer con él durante 20 años. Alguien como ella, para ella... pero no tuvimos suerte, no nos tocó... lo siento.

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