sábado, 13 de noviembre de 2010

Resquebrajada

Un escaparate cualquiera de esa gran avenida llena de tiendas. Una de tantas tardes de invierno en que caminas tranquilamente entre la gente, con un poco de frío, pero feliz, tu propio corazón calienta tu alma. Entonces te paras en una tienda nueva, nunca jamás la habías visto, está toda llena de muebles y cosas antiguas, pero tan bien conservadas que llama toda tu atención. Entras. Hay mil lámparas, armarios, cojines, plata... hueles y te viene ese olor a antigüedad, a viejo, te recuerda quizá a tu abuela y a tu niñez. Entonces bajas al sótano y hay juguetes, miles de juguetes, sobretodo de madera y ojalata, esos trastos que tanta gracia te hacen, que te llevan a un mundo que tú nunca conociste. Y llegas a la zona más interesante, las muñecas, aquellas muñecas que aunque sean de otra época, de otro siglo, siempre serán muñecas, con sus caritas sonrosadas y esos vestidos tan bonitos... esas muñecas que siempre serán icono de esa niñez, de esa infancia que en muchos momentos de tu vida echas de menos. Entonces la ves, es una muñeca de porcelana, bien vestida y peinada, con sus rizos de color oro y sus ojos azules. Lleva un paraguas y un sombrero a juego, unas botitas negras y un conjunto precioso. No dudas y te la llevas a casa, en tu estantería, un recuerdo más, ha sido una ganga. Y entonces, te paras más de un minuto a mirarla y te llama la atención esas marcas en su "piel". Coges un trapo para limpiarla y entonces es cuando te das cuenta: está rota. No rota en sí, sino que alguna vez se rompió y alguien volvió a pegarla, pero se le notan todos los pedazos. La desvistes, por curiosidad, toda ella está llena de esas pequeñas marcas que en un primer momento no viste, entonces sientes pena por ella, por esa muñequita que han recompuesto. ¿Y sabes qué? Sólo está pegada, sigue siendo una muñeca rota y siempre lo será. Esas marcas JAMAS se irán, siempre tendrá en su cuerpo los pedazos de ella misma, siempre estará resquebrajada.

Así es como me siento en muchas ocasiones... una muñeca rota entre tantas, resquebrajada y rota, pegada de nuevo para que no se note, igual a las demás a primera vista, pero en el momento en que miras un poco más, no puedo negarlo, se ve... estoy rota, resquebrajada... y como una pequeña muñeca de porcelana: vacía. Tengo ganas de llorar...

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