sábado, 14 de enero de 2012

como tantas otras veces

Como tantas otras veces yo sólo tenía ganas de escribir en el teclado de mi pequeño ordenador, sólo tenía ganas de seguir poniendo una letra tras otra, quizá con algún sentido, quizá sin él, qué importa si nadie lee lo que leo. Es para mí, es importante porque esta soy yo, estas palabras son mías y son parte de lo que soy, de quién soy, porque soy así. Respirar y escribir en mi vida van de la mano, aunque me digan exagerada, aunque se planteen que no debo estar bien, aunque a veces me pase días sin tocar un bolígrafo o un teclado, no importa, mi mente nunca para, mis ideas corren de un lado hacia otro buscando su sitio y cuando forman algo interesante es como una explosión, como una fiesta que empieza a recorrer mi ser y que acaba quemando las yemas de mis dedos, como pidiendo salir, como exigiendo ser algo más que una idea. Pero hay tantas que nunca podré ponerlas todas, hay tantas que se me escapan, algunas entre sueños, otras mientras alguien habla, otras mientras yo hablo, algunas cuando escribo otras, y algunas que apunto o que guardo y luego no las recuerdo, se borran antes de poder escribirlas. Soy excéntrica quizás, un caso a parte, pero no me importa, siento que cuando escribo soy más yo que nunca, siento que tengo un lugar en el mundo, que nadie va a poder poner las mismas palabras que yo nunca más, que esto es único, quizá irrelevante o incluso incoherente, pero es mío, parte de mí, algo que yo necesito hacer, algo que me hace ser como soy. Estoy sentada en mi sofá, una vez más, la noche de un viernes a las tantas de la noche, cuando ya casi no hay ruidos, con mucha oscuridad, sin sueño, pero con demasiadas cosas por decir. Tengo ganas de explicar mil historias, de contar sentimientos, algunos que siento, otros que querría sentir, otros que no quiero sentir pero que me inundan igualmente. Recuerdos, frases graciosas, frases odiosas, cosas que surcan mi mente, conversaciones lejanas, trozos de películas, chistes que no se dijeron en su momento, ideas que ya mil veces se contaron... todo eso y mucho más, porque escribir me hace feliz, me hace sonreír o llorar, pero me emociona, eso realmente me emociona. Es un motor de mi vida, algo que tira de mí, para bien o para mal, que saca lo mejor que tengo -si es que lo tengo- y que por una vez me hace especial, diferente, única... aunque no signifique nada para nadie, aunque estas letras no las lea nadie nunca, no importa, al menos están aquí, escritas, y eso es algo. Por eso supongo que también escribo mi diario y por eso redacto por las noches mis novelas y empiezo a sacar personajes, y rasgos y frases que me sirven, y se me ocurren otras cosas y luego las tacho, y luego vuelvo a poner cosas nuevas y me siento llena de vida, con mil cosas que hacer, como si no hubiera nada más importante: sólo mis palabras y yo. En esos momentos, quizá absurdos, es cuando mejor me siento, cuando tengo el mundo a mis pies y el aire parece tener un aroma diferente, cuando no hace frío ni calor, no me importa si es de noche o es de día, si tengo exámenes o hay problemas en casa. En esos momentos es como si entrara en un mundo mío, sólo mío, y pudiera ser y hacer cualquier cosa, como si nada importara excepto esas palabras, como si ya no hubiera ayer ni mañana... son esos momentos los que dan chispa a esta vida, y seguiré contándolos todas las veces que sienta que las yemas de mis manos queman, porque yo soy así, siempre así.

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