
Dejar que el semáforo se ponga en verde, no siempre, pero al menos permitirlo. Mi vida no puede estar siempre parada, tengo que soltar el pie del freno y apretar el acelerador de vez en cuando.



No me hagas esto, otra vez no, por favor. ¡Juré que nunca más! ¡Díos mío no! ¿Qué le pasa a mi cuerpo, por qué no me hace caso? ¿Qué pasa aquí? Dios... no des un paso más, no te acerques más, ¡apiádate de mí y déjame ir! No me mires así, no, esa mirada no... no hables, no por favor, no hables, esa voz me pierde, esos labios, ese susurro... ya no oigo nada, sé que ya no tiene marcha atrás, otra vez tu voz hipnótica llamándome en susurros, otra vez esos ojos clavados en mi piel, otra vez en esa sonrisa... estoy perdida, lo sé, ya no hay nada qué hacer. Cada vez estás más cerca, cada vez más cerca... ya caí, ya he vuelto a tropezar otra vez contigo, ¿por qué me haces esto? Déjame marchar... ni siquiera puedo decir que no quiero, porque mentiría, claro que quiero, mi cuerpo te añora, mi piel reclama tu piel, mis labios ansían los tuyos... te deseo, ambos lo sabemos, pero esto no nos conviene, esto no está bien. Me voy a perder de nuevo como vuelvas a besarme así, ¡oh dios no! Tu boca ya ha vuelto a desquiciarme, otro beso como este podrá conmigo, ¡ni siquiera las piernas me responden ahora! No puedo pensar, ya no puedo pensar, sólo siento sus manos en mi piel y tus labios en mi cuello, y ese susurro y... sí, claro que sí, hazme tuya.