martes, 11 de enero de 2011

Los besos de azúcar y nubes

La cena fue un regalo increíble. Aquello parecía un sueño, nunca imaginé que alguien pudiera llegar a regalarme una noche tan especial como esa. Todo fue perfecto. La comida exquisita, la música de fondo, la luna en el firmamento y su mirada tranquila mientras sonreía.
- Entonces, ¿eres de por aquí?
- Sí, siempre he vivido aquí. Exactamente vivo en Cornellá, en la zona centro. Mi piso no es demasiado grande pero es más que suficiente para mí sola.
- ¿Vives sola?
- Sí, mi madre tuvo que irse a Algeciras a vivir por motivos de trabajo y yo no quise mudarme, así que allí estoy. Pero no estoy realmente sola -Ángel cambia su cara y tiene una cierta expresión de curiosidad y a la vez de tristeza, no entiendo por qué-. Tengo 2 perros preciosos que me hacen compañía y que son mi verdadera familia, con ellos es imposible estar sola.
Sonríe aliviado, ¿acaso creía que me refería a un hombre? ¿Es eso lo que le preocupa? Entonces, ¿está realmente interesado en mí? La verdad es que cuando le tengo cerca no pienso con claridad, es como si todo el mundo se esfumara en un momento y sólo existiera él. Y es aún peor cuando lo tengo cerca, a centímetros de mí, entonces el aire parece insuficiente y no consigo hilar mis pensamientos, todo se vuelve superfluo, insignificante.
- Me encantan los perros, bueno me gustan los animales en general pero prefiero los perros a los gatos por ejemplo.
- Sí, a mí me pasa igual. ¿Tienes perros tú?
- En mi casa no, en cambio en la finca de mi madre tenemos dos y en la casa de mi abuelo creo que ahora ya hay cinco o seis. Aunque mi casa es grande y tiene jardín últimamente nunca estoy allí, siempre ando de un lado para otro y no me gusta dejar a los animales solos tantas horas, así que llevé a Anubis con mi madre para que se hicieran compañía mutuamente y cuando puedo me paso para verlo, se muere de alegría cuando me ve. La verdad nos queremos mucho, ya llevamos 7 años juntos.
- ¿Tu perro se llama Anubis?
- Sí, ya sé que es un nombre bastante excéntrico, no sé si lo conoces, es...
- El dios egipcio que se encarga de embalsamar a los muertos y llevar las almas de los difuntos al inframundo para que Osiris pueda juzgar si merecen cruzar a una nueva vida o ser engullidos por un monstruo ancestral -dijimos al unísono-.
- ¿Conoces la historia?
- Sí, claro, soy una apasionada de Egipto y su mitología. Por eso mismo mi perro también se llama Anubis.
Nos pusimos a reír y hablamos de mil temas diferentes. Descubrimos que teníamos muchas más cosas en común: el gusto por la lectura, la fotografía, viajar, dibujar... y también grandes diferencias, como que por ejemplo Ángel no sabía ni freír un huevo y que su casa era como 10 veces mas grandes que mi piso. Igualmente aquella fue la mejor noche de mi vida, la mejor hasta el momento sin lugar a dudas, pero aún quedaba lo mejor.

- Bueno, después de esta cena romántica, las velas, el postre, la luna y un vals bailado lentamente -dijo mientras sonreía y me miraba cálidamente- creo que toca volver al mundo real, llevarte a casa y dormir, ¿no?
- Por desgracia, creo que tienes toda la razón.
Cogimos el coche y le indiqué para llegar a mi casa, apuntó mi dirección y paró justo enfrente de mi portería. Aprovechando que no había nadie más bajó del coche y me acompañó hasta la misma puerta, agarrándome suavemente de la cintura.
- Ángel, gracias por esta noche tan increíble.
- Gracias a ti por querer pasarla conmigo.
Estábamos a escasos centímetros, yo medio buscaba las llaves en mi bolso apoyando mi hombro en la puerta mientras él, sin apartar del todo su mano de mi espalda me hablaba mirándome a los ojos. La distancia se acortaba poco a poco, milímetro a milímetro.
- Quizá no debería, apenas sé de ti y puede que ahora arruine la noche, pero llevo queriendo hacer esto desde que te vi la primera vez sentada tomando el sol en aquella calle. Perdóname...

Sabía lo que iba a pasar y mi corazón se aceleraba a cada segundo, esperando el momento, aguardando el instante en que sus labios tocaran los míos. Sucedió. Mucho mejor de cómo lo había soñado, muchísimo mejor de como podría haberlo pensado o imaginado. Ángel tomó mi cara con su mano derecha, suavemente, mientras apresaba mis labios con los suyos con una dulzura que no creí que existiera. El primer roce de su piel estremeció todo mi cuerpo y nada tuvo sentido en ese momento excepto su boca y la mía. Un beso de azúcar, dulce, asombrosamente cálido y lento, que se llevó mi corazón a lo alto de una nube, volando lejos, sólo con él, sólo nosotros y el resto del mundo a nuestros pies. No sabría decir cuánto duró o como acabó, cuando cerré los ojos y cuando me agarré a su cuello intentando que aquello no tuviera fin, sólo sé que cuando me separé de él me sentí vacía, incompleta, como si desde entonces cualquier momento del día en que no estuviera cerca de Ángel, sintiendo su piel, sería un momento perdido, infeliz.
- Perdóname.
- No voy a perdonarte, nunca lo haré.
El tono de mi voz provocó en él una sonrisa que acabó por desbocar mi corazón después del beso más hermoso de mi vida. Inesperadamente volvió a tomar mi cara entre sus manos para besarme tiernamente con rapidez y sonreír de nuevo.
- Nos vemos -dijo él acercándose al coche y despidiéndose con un beso al viento-.
- ¡Adiós!
Saludó con la mano y se alejó, dejándome en el portal de mi casa suspirando por la noche más increíble de mi vida. Áquel beso podría competir con cualquier película, cualquiera. Me sentía la mujer más feliz del mundo en ese instante, deseada, comprendida... Ángel sin dudar a dudas se estaba llevando mi corazón pedacito a pedacito, sus besos de azúcar y nubes no podían compararse a nada terrenal, nada conocido o visto hasta la fecha. Un desconocido quizás, una persona que acababa de entrar en mi vida, cierto, pero había sido el único hombre que me había hecho sentir así, completa, increíble.

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Nos vimos tres o cuatro veces más y fuimos descubriendo cosas el uno del otro, poco a poco, paso a paso. Hablamos de nuestra infancia, los amigos y me di cuenta de que ambos eramos un poco reticentes a hablar de la familia, en especial de nuestro núcleo familiar. En un momento dado, un mes y medio después de empezar a salir oficialmente, Ángel sacó el tema y tuve ganas de contestar sinceramente a su pregunta.
- Mi madre es la persona más increíble y maravillosa que jamás conocí. Es el espejo en el que me miro. Es una mujer fuerte, sincera, sencilla, divertida y muy honesta. Siempre me cuidó, me trató con cariño, me enseñó todo lo que hay que saber en la vida, me apoyó... la admiro muchísimo como madre y como persona, pero sobretodo la quiero más que a mi propia vida.
- Es muy bonito oírte hablar de tu madre de esa manera. Seguro que ella se siente muy orgullosa de tener una hija como tú.
- Bueno, a veces creo que se merece algo bastante mejor que yo, alguien que realmente esté a su altura, pero la verdad es que soy lo que soy, y bueno, al menos sé que no hay nadie en el mundo que pueda quererla más que yo.
- No creo que tu madre quisiera algo diferente a ti. No sé qué podrías cambiar, qué podrías mejorar, Nayra eres increíble. Eres divertida, cariñosa, simpática, alegre, sincera... se me acabarían los adjetivos antes de poder acabar de definirte. En definitiva eres una buenísima persona que se preocupa de los que quiere, que vive cada día sonríendole a la vida, ¿qué más se podría pedir?
Besé sus labios con dulzura, Ángel despertaba una ternura en mí que no conocía, él llenaba un vacío que jamás creí llenar.
- Gracias -dije apoyando mi frente en la suya mientras sonreía-.
- ¿Y tu padre?
- Bueno, ese es un tema bastante doloroso.
- ¿Murió?
- Ojalá, eso sería muchísimo más fácil de soportar.
- ¿Qué quieres decir?
- Bueno, la persona que me engendró no se merece el calificativo de padre. Los años que vivió conmigo, hizo de mi vida y la de mi madre un infierno, por mucho que lo intento no consigo tener buenos recuerdos de él. Muchas noches tengo pesadillas en las que aparece gritándome mil cosas, chillándole a mi madre y recordándome una y otra vez lo poco que valgo y lo sola que me voy a quedar -no pude contener las lágrimas en los ojos-, sabes... lo peor es que sigo preguntándome por qué, sigo llorando esperando que sea un sueño o que haya un cambio milagroso que pueda borrar todo lo malo que tuve que pasar, pero ambos sabemos que eso es imposible.
Ángel me abrazó como nunca nadie lo había hecho antes. Sentí como si quisiera ser un escudo, como si intentara absorber todo lo malo de mi vida y ser fuerte por los dos, en esos momentos, entre sus brazos, creí que nada malo podría pasarme mientras él estuviera conmigo.
- Tuvo que ser muy duro.
- Sí, lo fue, pero el tiempo ayuda a sanar heridas, también la familia, los amigos... - sequé mis lágrimas con un pañuelo y sonreí, intentando quitarle hierro al asunto, pero noté como Ángel podía ver en mí toda esa tristeza y ese vacío, noté como por primera vez alguien era capaz de mirar y verme a mí misma tal cuál soy. Me asusté en un primer momento, pero después me sentí tan bien, como si me quitaran un peso de encima-. ¿Y tú? ¿Tienes una familia convencional?
- Bueno, la tenía. Mis padres eran una pareja increíble, siempre soñé con conseguir una vida como la suya, la complicidad era poca palabra para describir su relación. Igualmente la vida no siempre es justa, hace ya 10 años que el cáncer se llevó a mi padre y desde entonces mi madre nos cuidó a mí y a mi hermana. Todo y con eso mi padre siempre está presente, yo nunca le dije adiós, sigo pensando en él muy a menudo. Si te digo la verdad, siento que aún sigue conmigo, siento que todavía está aquí.
- Debió ser muy duro, no deberían pasar estas cosas. Mi padre, que nos ha hecho tanto daño no tiene ni una caries y el tuyo...
- No pienses en eso, a cada uno nos tocó vivir nuestra historia y esa fue la tuya, tuvo que ser así.
- Supongo que sí... ¿y tu madre rehizo su vida o...?
- Le ha costado mucho, aunque poco a poco ha ido asumiendo lo que pasó. Aún así mi hermana y yo la animamos para que saliera, conociera gente... y bueno, el amor llamó a la puerta y ella se negaba por honrar a mi padre y todo eso, pero al final cedió. Creo que si mi padre pudiera pudiera opinar estaría de acuerdo conmigo. Él ya no está, y mi madre se merece ser feliz el tiempo que le queda. Todos sabemos que nadie va a ocupar el lugar que dejó mi padre, pero no por ello tiene que envejecer sola mi madre.
- Se nota que la quieres mucho, y también a tu padre.
- Mucho, muchísimo. Ellos me han hecho el hombre que soy ahora, me siento muy orgulloso de ellos y de ser su hijo. Creo que puedes entenderme perfectamente.
- Sí, la verdad es que sí.

El día fue ameno, divertido y sirvió para conocernos un poco, para abrir viejas heridas y dejarlas curar de una vez por todas, ayudadas por esa complicidad que había empezado a surgir entre nosotros. Las miradas y los besos fugaces llenaban las horas, sonrisas, caricias, momentos inexplicables. Cenamos y llegó la hora de despedirse.
- Se va haciendo tarde -dijo él mientras miraba el reloj y acariciaba mi brazo-.
Ambos estábamos sentados en el sofá, yo tenía mi cabeza recostada en su hombro y el me abrazaba, mientras acariciaba mi brazo y mi pelo.
- No te vayas aún...
- Sabes que no quiero irme pero cierran el metro en tres cuartos de hora y como no me vaya ya me voy a quedar en la calle.
Hubo un silencio entre ambos y una pregunta nublaba el aire. Me daba miedo preguntar porque me daba verdadero pánico su reacción, qué pensaría al respecto, que entendería... pero debía hacerlo, quería hacerlo. Las partes implícitas que conllevaba esa pregunta yo también las deseaba, aunque ello me estremeciera hasta el punto de aterrorrizarme.
- ¿Y si te quedas a dormir?
Un nuevo silencio incomodó la estancia. Ángel rompió la tensión con una preciosa sonrisa y elevó mi rostro hasta la altura del suyo, mientras hablaba.
- ¿Realmente quieres que me quede a dormir o dentro de una hora te vas a arrepentir?
Tragué saliva, sabía todo lo que conllevaba esa pregunta, todo lo que realmente Ángel estaba preguntando en ese momento y también todo lo que mi corazón y mi cuerpo deseaban hacer aún cuando creía que el pánico me estaba llevando presa.
- Quiero que te quedes a dormir... -dije con seguridad- y te aseguro que no voy a arrepentirme de esto, ni mañana, ni nunca.
- Me alegro de oírlo, pero tengo que decirte que no sé si debo aceptar la invitación porque teniéndote tan cerca no sé si voy a ser capaz sólo de dormir.
Mi corazón se aceleró de tal manera que creo que mis latidos podían sentirse desde kilómetros a la redonda, suspiré y sonreí dulcemente mientras acariciaba su mejilla.
- Ángel yo tampoco puedo decirte con seguridad qué voy o qué no voy a hacer. Por una parte siento terror ahora mismo, verdadero pánico recorrer todo mi ser, me tiemblan las piernas, se me acelera el corazón y no pienso con claridad. Creo que mi mente me pide a gritos que salga corriendo de aquí -Ángel me me miró con curiosidad esperando a que acabara la frase-. Pero por otro lado, también tengo ganas de besarte y no parar ahí, quiero conocerte plenamente, acariciarte, sentirte en lo más profundo de mi ser. No puedo controlar mi cuerpo cuando estoy cerca de ti, cuando me tocas me siento arder y cuando te alejas es como si me faltara una mitad, ya no me siento completa si no estás conmigo.
Sonreí mientras besaba de nuevo sus labios. Ángel sonrió también, parecía contento.
- Lo único que puedo decirte con total sinceridad es que no quiero que te vayas, ni mi corazón, ni mi cuerpo, ni tampoco mi mente quieren que te alejes de mí, nunca.
- Creo que es lo más bonito que me han dicho en mi vida.
En ese momento sonreí como una tonta mientras me abrazaba entre sus brazos, sintiéndome completamente feliz y a la vez aterrada por qué sucedería en el segundo posterior.
- Entonces, me quedo.
Un mar de sentimientos me llenó por completo, pero ante todo me sentí feliz, plena. Nunca me había sentido de esa manera y sabía que esa noche sería fundamental en nuestra relación, habría un antes y un después pasara lo que pasara.
- ¿Puedo pedirte algo? -Pregunté sin pensar-.
- Puedes, todo sea que pueda hacerlo.
- ¿Podrías... - y en ese momento asomó en la cara de Ángel un atisbo de curiosidad que me hizo sonreír- besarme como lo hiciste la primera vez? En mi portería, aquella noche, ese beso fue...
- La verdad es que no -dijo sinceramente muy serio-.
Sentí caer y partirme en pedacitos, como si rompieran un sueño muy bonito en mis narices y lo pisotearan con ganas.
- ¿Por qué?
- El primer beso es el primer beso. Se une la emoción de la primera vez, ser dos desconocidos, la inseguridad, el deseo... nunca puede repetirse ese momento -me sentí deshecha, hundida-. Pero...
- ¿Pero?
- Nayra -dijo sonríendo- no puedo darte otro primer beso, eso es imposible, pero puedo darte un segundo, un tercero y así hasta no parar nunca. Puedo darte tantos besos como quieras, dulces, apasionados, lentos, fugaces, salvajes... Te quiero, y eso es lo único que hace que mis besos sean únicos, irrepetibles.
Una alegría y una emoción incomparables aparecieron en mi corazón. Toda esa pena y ese mal rato quedaron eclipsados por una verdad que no me esperaba, y mucho menos por una declaración que cambió mi vida.
- Yo también te quiero Ángel.
Y ahí volvieron sus labios a los míos, en un beso parecido al primero, pero incomparable. Éste igualmente dulce y tierno, fue mucho más apasionado, sentí el deseo de Ángel, sentí lo mucho que me quería. Entre sus brazos todo perdió sentido y me abandoné a esos labios suyos que ponían mi mundo patas arriba, cambiando el sentido de la vida y todo lo que creí conocer. Esa noche cambió el mundo. Mi mundo.

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