Me da pánico, le tengo un miedo atroz. Mi piel se queda como carne de gallina cada vez que mi cabeza empieza a pensar en ese momento, cercano o lejano que tiene que venir alguna vez. Es un miedo irracional, pero real. Más que nada es el miedo a no ser nada, a que cuando muera no quedará nada de mí excepto mi recuerdo, y por lo tanto... no sabré que estoy muerta, porque no existiré, todo lo que soy ya no quedará y por lo tanto sólo habrá una nada eterna en la que envolverme. Eso me aterra. Quizá eso rompe con mis creencias de que somos algo más que un cuerpo que siente y que tenemos un alma personal que nos hace diferentes, que nos completa... pero no estoy segura de que ella sobreviva a nuestra muerte física, no sé si puedo esperar algo después de que mi corazón deje de latir, y esa nada eterna, ese vacío me aterra. A parte, me da miedo que mi hora llegue demasiado pronto, que me queden mil cosas por hacer y que no le haya dicho suficientes veces a los que quiero lo mucho que significan para mí. No quiero que llegue ese momento, no quiero que llegue nunca.
Quizás ahora mismo... sí vendería mi alma al diablo, por la inmortalidad. No miento cuando digo que tengo complejo de Dorian Gray.
No hay comentarios:
Publicar un comentario