viernes, 22 de octubre de 2010

Sonríes

Son casi las once de la mañana, entra un pequeño rayo de luz a través de la puerta semi abierta de la habitación. Estirada en la cama me parece percibir un olor a café recién hecho que llega desde la cocina. Miro la cama, no estás, otro día más que me despierto sola entre las sábanas. Se abre la puerta suavemente y apareces tú, como siempre, andas despacio y llevas en las manos una bandeja de plástico con un café solo contundente, un sándwich de jamón york y queso, un vaso de zumo de naranja y dos bombones de chocolate blanco. ¡Dios, cómo puedes ser tan asquerosamente perfecto! -¡Buenos días mi amor!- dices al mirarme, con dulzura, acercándote a la cama y dejando la bandeja sobre la mesita de noche. Aún estoy medio dormida y tengo unas pintas que da gusto verme, pero eso no te importa, ni tampoco a mí. Hay tantas cosas que ya no importan... simplemente estás ahí, al igual que yo, juntos, queriéndonos. Poco más se puede pedir. Levantas poco a poco la persiana y me besas suavemente en la mejilla, después en la frente y finalmente en los labios, entonces yo me agarro a ti y tomo las riendas, apasionadamente. No quiero un beso dulce paternal, te quiero a ti, y lo sabes. Siempre te quiero a ti. En seguida acabamos estirados, el uno sobre el otro, entre las sábanas, besándonos y ríendo. Despertar así es una gozada, ¿o no? Sonríes, una vez más, pides paz y me acomodas la almohada. Te sientas a mi lado y me dejas la bandeja del desayuno. -¿Por qué me cuidas tanto? No me merezco tantísimas cosas. ¿Sabes que eres un sol?/-No lo soy, sencillamente te quiero, y esto es una tontería, sabes lo mucho que te gusta verte sonreír... y con lo que te cuesta a ti levantarte, así consigo que no sea un suplicio, ¿o no?-. Entonces me dan ganas de decirte que por qué eres tan perfecto, pero sé que simplemente somos así, tal cual y que todo se basa en que nos conocemos muchísimo e intentamos convivir lo mejor que podemos. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Aunque no me llevaras el desayuno a la cama, aunque no me cuidaras tanto, aunque no estuvieras siempre ahí, aunque me hicieras enfadar, aunque no fueses perfecto... gracias por quererme tal cual soy, eso es lo único que me importa.

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