palabras.

Palabras.

Dicen que la vida es oro
y que vale más sonreír que llorar,
pues dime tú, mi azucena
aquella que ríe en la noche
cuando mi alma pena,
¿por qué mis lágrimas caen sin cesar?
Cuentan que la vida es sueño,
y que todo parte del querer volar,
pero cuéntame tú, grandioso tiempo,
aquel que lo ha visto todo,
desde la cruzada hasta el esperpento,
¿qué es lo que yo en sueño he de hallar?
¿Acaso la locura eterna y duradera,
que se clava entre los huesos,
haciéndote esclavo de pensamientos
de una dama o un buen joven,
de los lirios, las rarezas o los cantos,
de infinitos ruiseñores?
¿He de hallar sabiduría,
de Sócrates y Platón,
o de Galileo el pensador?
Mejor aprendo de la vida, de los años,
o del sabio que ha vivido,
que te enseña que los días son milagros.
El romanticismo de Bécquer,
o la profundidad enérgica de Alberti,
las finas palabras de Salinas
o la majestuosidad de Darío,
¿o acaso quieres que aprenda como buen humano,
los versos de los que nunca fueron escuchados?
Hallar, no sé dónde ni qué,
mas entre tantas y cuantas, tú que lo sabes,
dime porqué mis lágrimas,
me caen día a día, derramándome las entrañas,
hiriendo estas carnes mundanas,
que gritan palabras llanas.
Dime qué tengo mujer, dime qué pasa,
dime qué cosas he visto para sentir tanta falta,
falta de amor y de vida, falta de mundo,
falta de sabiduría y falta de lo absurdo,
dime tú qué lo sabes, qué falta tengo,
dímelo tú sabia moza, qué es lo que pienso.
Abres mis ojos en cuanto dices observa,
y veo en todo qué tengo y que sobra,
mas no es tan fácil saber lo que falta,
si a cada paso que hago algo me llama,
entre las sombras y las callejuelas,
de un mundo infinito que apresa mi alma.