martes, 28 de septiembre de 2010

Encontré antídoto.

Estar enamorada siempre fue un veneno para mí. Es algo que no se puede explicar, sólo lo sientes, y yo elegí a la persona equivocada. No digo que no fuera un amor de verdad o que él no valiera la pena, al contrario, pero nuestra relación era imposible. Durante años me negué a pensarlo, me dolía el simple hecho de que esas palabras rondaran por mi cabeza. Le quería, y eso era lo único que me importaba. Me estaba consumiendo por dentro y conseguía dañarme más de lo que me hacía bien, era como un vaivén incesante de bueno y malo, dónde lo malo siempre se llevaba la mejor parte.

Recuerdo perfectamente sus palabras y sus sonrisas. Olvidaba sus desprecios y humillaciones cuando me decía al oído que me quería, me olvidaba de todas las lágrimas que había derramado y de todas las mentiras que tenía que contar para no hacerle enfadar sólo con que me mirara, sólo con sentirle cerca, con saber o más bien creyendo saber que le importaba. Todas esas veces que él me negó delante de los demás, todos los insultos, risas y burlas de él y de todo mi alrededor, me las tragaba y las dejaba pasar. Intentaba creer en él y le perdonaba todo cuánto hacía, aunque eso me estuviera matando. No sé cuantas lágrimas derramé por su culpa, ni las veces que me tuve que enfrentar a mis compañeros de clase, las veces que tuve que mentirle a mis amigos y las veces que tuve que comerme el "MENTIROSA" contando la verdad. Recuerdo que jugaba con veinte chicas a la vez, que tenía dos o tres novias, y que les prometía a todas lo mismo... pero siempre me decía que yo era especial, que yo era su verdadero amor y que en un futuro próximo estaríamos siempre juntos. Me contentaba con tenerle en mi casa por las tardes, a solas, escondiéndonos del mundo. Aceptaba que nunca quisiera salir a la calle conmigo y le creía cuando decía que sólo era por comodidad, aunque en el fondo sabía que lo que pasaba es que se avergonzaba de todo lo que pasaba entre nosotros y no quería que nadie nos viera. Sufrí tanto... él era un auténtico veneno que me recorría las entrañas y me tenía completamente presa, hiciera lo que hiciera no era capaz de escapar de él. Han sido casi cinco años de desvelos, lágrimas, mentiras, humillaciones y dolor. Cinco años de buenos momentos que no valían la pena en consonancia con todos los malos ratos que tuve que pasar, y con la tristeza de saber que él nunca se atrevería a luchar por mí y a demostrarse a sí mismo que me quería. Que yo podía ser esa chica que lo hiciera feliz aunque no tuviera la belleza canónica que se lleva, o no fuera todo lo guay y perfecta que podría ser. Pero, él sabía perfectamente que con nadie congeniaría como conmigo, que no encontraría alguien que lo entendiera a tantos niveles y que lo conociera tan a fondo, y mucho menos, encontraría a una chica que lo quisiera tanto como yo.

Igualmente, él eligió. Yo sólo fui una más de una gran lista, una como cualquier otra. Pero el veneno se volvió en su contra y para cuando se quiso dar cuenta de lo mucho que yo le importaba, a mi dejó de importarme él... poco a poco, hasta que esto se ha convertido en una amistad forjada por mi parte día a día a base de lástima y de compasión. Ahora que lo está pasando mal no voy a abandonarle, me he dicho muchas veces. Y en verdad siempre le querré mucho, pero... me da pena que de tanto, quede tan poco.
Al menos me alegro de haberme curado de ese veneno que me corría por dentro. Ser yo otra vez y estar abierta a mil caminos, dejar atrás esta senda que concluye hoy con estas palabras y empezar otras muchas. Hoy empiezo a volar libre.

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