Lluvia. Mágica lluvia. Me recuerda la infancia, despreocupación, cuando aún éramos niños que no teníamos de qué preocuparnos. Cuando perder la goma de borrar era lo peor que podía pasarte y recibir un beso de un compañero de clase en la mejilla nos hacía sonrojarnos hasta parecer un tomate. Me recuerda las tardes de niñez en que aún no era consciente de tantas cosas, cuando aún mi padre lo era todo para mí y yo era su niña pequeña, su sol, su consentida. Cuando mi madre era la bruja que no me dejaba hacer nada y mi padre el príncipe que siempre me rescataba... la lluvia me recuerda a unos tiempos felices que la vida y sus palabras se han encargado de romper en mil pedazos. La lluvia me recuerda como sonreía cada tarde en sus brazos, como reía y como buscaba sus besos. La lluvia... ya no significa lo mismo, ahora estoy sentada en el banco de la plaza, sola, sin nadie. Mis sueños han caído en ese sentido, y me he dado de frente con la realidad. Ya no soy esa niña que jugaba con su padre, ahora soy una mujer que tiene que seguir su vida y afrontar su realidad: yo, ya no tengo padre. Él sólo me ha quitado todo lo que podía unirme a él y debe asumir de una vez la consecuencia de sus actos.

1 comentario:
Felicitaciones, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!
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