sábado, 18 de septiembre de 2010

sus dedos..

Miro sus ojos de nuevo, está tan cerca, a menos de un metro. Se acerca, rápidamente, como siempre, y en menos de nada ya siento la yema de sus dedos en mi piel. ¡Dios sí, cómo te echaba de menos! Está frente a mí y pasa sus manos por encima de las mías, sube brazo arriba, acaricia mis codos y poco a poco sube hasta mis hombros. Descansa un instante las manos ahí y a la vez las sube por mi cuello, con calma, hasta llegar a mis mejillas, poniendo sus dedos entre mis cabellos. Levanta mi cara para que le devuelva la mirada y me sonríe. Avanza un paso más y nuestras frentes se tocan, no dejo de mirar sus ojos, me embriagan tanto... entonces subo mis manos a su cintura y lo abrazo, él sonríe y se acerca un poco más, ahora noto su nariz. Sus labios están tan cerca, tan cerca. Suspiro, ansío ese momento como un hambriento ansía un trozo de pan. Y, una vez más, voltea sobre mí y se pone justo detrás, siento su aliento en mi pelo, su espalda, sus brazos... Respira el olor a frutas que queda en mis cabellos, el olor de ese champú que tanto le gusta, luego aparta los mechones poco a poco y aspira el olor en mi piel, justo en mi nuca. Entonces me da un beso ahí, suave, rozando mi piel apenas un milímetro. Espera un segundo y me da un beso justo al lado, y al segundo siguiente otro, siguiendo una línea hacia mi cuello, hacia la clavícula. Aparta la tela de la camiseta y sigue, ya llega a la clavícula y mi corazón ya late fuerte, muy fuerte. Toda mi piel está sensible, en tensión, mi cuerpo lo espera, nervioso, ardiente de deseo. Él para, entonces pasa su mano por mi cintura y me abraza dulcemente, posa sus labios en mi oído derecho, despejado de cabello y susurra. Eriza mi piel con esa voz masculina y medio rasgada, viril, muy segura. "Me muero de ganas de besar cada poro de tu piel" me dice, y yo ya no sé que hacer, no puedo casi ni respirar. Me tiemblan las piernas, mi cabeza da vueltas y su olor empieza a embriagarme. Entonces él vuelve a su lugar inicial, frente a mí, rozando mi frente, vuelvo a sentir su nariz y entonces sus labios, dulces, suaves apresan los míos, muy lentamente, un beso muy inocente. Yo acelero el ritmo y él se ríe, encantado con mi excitación, pero no me para, toma las riendas y me besa apasionadamente. Apresa mis labios con los suyos y me acaricia con su lengua, pasa una de sus manos por mi pelo mientras la otra me aprieta contra él, abrazándome a su cuerpo. Separa sus labios de los míos y me mira, sus ojos están llenos de deseo, me desnuda con la mirada y eso me encanta. Poco a poco besa mi mejilla, mi oreja y baja lentamente por mi cuello. Sabe perfectamente que esa zona es muy sensible y aprovecha para acariciarla con su lengua, yo me derrito, no hay nada comparable a esos momentos. Yo suspiro, estoy en otro mundo, en otro lado, sólo con él, no existe nada más. Y entonces, cuando creo que ya no puede haber nada mejor, me coge en brazos, como tantas otras veces y nos vamos a disfrutar nos, a comernos a besos y a sentirnos completamente, sólo los dos. En esos momentos quisiera que el tiempo se parara eternamente y no tener que volver a nada, sólo quedarme ahí, con él, en sus brazos.
¿Dónde será esta vez? La ducha, la cama, la mesa del comedor, el sofá, la pared, la encimera de la cocina, la terraza... no importa, sólo quiero estar con él. Tócame, sólo tócame. Me conoce tan a fondo que no hay nada que pueda decirle que ya no sepa.
Esta vez me mira y me besa, con ansia, me deja en el suelo, en pleno comedor y me sonríe. "¿Qué quieres hacer hoy?" pregunta. Apenas puedo hablar, no soy capaz de hilar bien mis pensamientos y no me importa lo más mínimo dónde, sólo le quiero a él. "Te quiero a ti" es lo único cierto, lo único que soy capaz de decir. Él sonríe, lo sabe de sobras, así que se quita la camiseta y la deja en el pomo de la puerta, vuelve a acercarse a mí y me besa mientras pasa sus manos por mi cintura y va delineando mi figura con sus manos mientras sube mi camiseta. Yo no dejo de mirar su cuerpo, me encanta mirarle, no hay nada que pudiera desear mejor que él. No me importa que no sea el más guapo, o el más fuerte o el más atractivo. Para mí lo es absolutamente todo, y no me imagino a nadie que se le pudiera comparar. Tan cerca de él, ya sin camisetas, aprovecho para desabrochar su pantalón, sé que le encanta que lo haga. Nos quitamos rápidamente los zapatos mientras nos miramos, calcetines fuera también. Entonces llega uno de sus momentos preferidos. Se acerca a mí y empieza a besar mi frente, mis mejillas, mis labios, el cuello, y baja hacia mi clavícula, mi pecho, la parte superior de mi vientre, mi ombligo... y de rodillas en el suelo coge ambos lados del pantalón y lo va bajando poco a poco, subo una pierna y luego la otra. Entonces él empieza con un reguero de besos empezando por mis tobillos, hasta subir de nuevo a mi boca. Adoro que haga eso, y él lo sabe. Los besos continúan, sobretodo en el cuello, me apasiona. Al estar tan cerca recorro su espalda con mis manos, luego su pecho y con cierta inquietud, pero muy decidida, hago lo que más me gusta hacer, bajar mi mano suavemente por su vientre hasta llegar a su pantalón. Siento como se eriza su piel y como se entrecorta su respiración, pero nunca dice nada, ni siquiera deja de besarme así que sigo. Aparto ligeramente el elástico del bóxer y meto mi mano, acaricio suavemente y la abarco con mi mano, la muevo arriba y abajo con lentitud. Su respiración se agita, sé lo mucho que le gusta que haga eso, lo que él no sabe es que lo hago principalmente por lo mucho que me gusta a mí. Él entonces me coge en brazos y me apoya en el brazo del sofá. Siento las yemas de sus dedos en mi espalda, muy suavemente, como siempre, y entonces desabrocha mi sujetador. Caen mis tirantes a lado y lado, y yo los dejo caer, y él se encarga de cogerlo y dejarlo en el sofá, en la otra punta. Sus manos acarician mi espalda desnuda, remueve mi pelo y besa mis labios, entre suspiros él pasa una de sus manos mi cintura y sube poco a poco, hasta apresar uno de mis senos. Estoy tan excitada, quiero más, y él lo sabe, pero no va a ir más rápido, al contrario, será todo lento, muy lento. Primero acaricia mis senos, mi cintura, mis brazos... besa mi cuello y de ahí baja unos segundos a mis pechos desnudos, pero de ahí vuelve a mi boca. Lo único que cambia es el recorrido de su mano, en lugar de subir de nuevo, baja lentamente, por mi vientre. Un poco más, un poco más, un poco más... ¡Dios mío, no sabes cómo esperaba ese momento! Las yemas de sus dedos me recorren, nada es comparable a ese momento, es increíble, indescriptible. Estoy lista, él lo sabe, se separa para quitarse los pantalones pero niego con mi cabeza. "No te los quites", él sonríe y vuelve a acercarse. Posa sus manos en mis caderas y lentamente deja caer la última prenda que cubría mi piel, entonces, me coge en brazos, dejando mi cara junto a la suya y desciende mi cuerpo poco a poco, uniéndome a él, mientras suspiro, una y otra vez, y termino gimiendo, no puedo hacer otra cosa, es superior a mí. Entonces camina unos pasos hasta la mesa, más alta que el sofá y ahí terminamos apoyados, siguiendo ese frenesí placentero que nos recorre todo el cuerpo. En unos minutos estoy apoyada en la pared, con el totalmente pegado a mí, ambos llenos de sudor, recorriéndonos con las manos y apresando nuestros labios. Estoy por desfallecer, ambos estamos cansados y mi cuerpo está a punto de estallar, caliente, nervioso, frenético. Entonces veo su esfuerzo, su cansancio y le pido que me baje, que me deje en el suelo. Lo hace sin rechistar, entonces le cojo la mano y lo siento en el sofá, mucho más cómodo, más tranquilo. Me siento sobre él y nos besamos apasionadamente, sus manos recorren mi espalda y después me acaricia las mejillas, la cintura, yo estoy por desmayarme, no voy a poder aguantar mucho más. Cada vez la electricidad es mayor, toda yo tiemblo y entonces... sucede, ese momento en que en sus brazos creo tocar el cielo, esos segundos en que un enorme estallido parece embriagarme, dónde todo se resume a nuestros cuerpos, nuestros labios y lo mucho que le quiero. Respiro, me falta el aire, y miro su cara... no hay nada que me guste más en este mundo que observarle en ese justo instante, cuando él llega, cuando termina.
En sus brazos respiro y beso su cuerpo, sus hombros, su pecho, su cuello, sus mejillas... tengo miedo de que no llegue a comprender todo lo feliz que me hace, todo lo que él consigue con las yemas de sus dedos. Me besa, como tantas otras veces, haciéndome estremecer y con un sencillo movimiento me levanta y nos encontramos al segundo siguiente en la ducha, ya ambos desnudos, bajo el agua caliente, sudorosos y cansados. Entonces... ver caer el agua sobre su piel me estremece de nuevo, y tengo que cerrar los ojos para calmarme, pero él no deja que lo haga, nunca me deja, siempre quiere más, al igual que yo. Nunca se cansa de mí, y eso es lo único que me importa, nosotros, nuestros momentos... y sus besos, que me hacen sentir la mujer más increíble y afortunada del mundo.

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